El pecho se le infló hasta formar un globo transparente. Fansi se impresionó, y recordó una rana en celo a punto de estallar en el Discovery channel. Los Ránelak no suelen aparecer en documentales, más bien pertenecen a una realidad dimensional distinta de la luna Encélado. Justo cuando creyó que explotaría, el saco desinfló desagradable, y el científico retrocedió hasta encontrar la pared. El ente saturnino lo contempló insinuándole boca y ojos nuevos: una omnipresencia grotesca declarándose hambrienta, que olvida la crudeza imponente de las naturalezas estelares. Y abrió como siempre abría; sin emociones, sin remordimientos, sin más que un llamado automático, natural, inveterado: abrir la mandíbula, desenrollar esa lengua pringosa, adherir la presa, enrollar, tragar, dormir. Y en el estómago absurdo de la bestia, contra todo pronóstico sensato, Fansi se excita con la cercanía de una revelación esperada. Como tantos otros antes que él, su cuerpo es el propio experimento. Chapoteand