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Mostrando entradas de mayo, 2014

Anécdota extraña de un conductor desconocido

El semáforo cambió a rojo haciendo un parpadeo extraño que me llamó la atención. Frené y lo observé: ahí estaba, como una falla exultante interrumpiéndome. Me desconcentraba porque no quería encontrarlas y me daba cuenta de esto cuando el entorno me lo hacía saber: en el auto de al lado había un señor que se acomodaba la corbata, hasta que me vio. A partir de ese momento supe que no le importó más cómo vestía, quizás porque sus manos se detuvieron y descubría en mí un foco de atención extraordinario. Intenté reparar en él con un gesto y no pude. Sentí un puente inmenso. Se alejó de la ventanilla espantado y vi cómo desde un lugar errático le arrebataban la cordura. Entonces aplastaba el pedal del acelerador para cruzar en rojo porque quería huir y salvarse de ese espanto ingobernado. El semáforo volvió a pestañear inmerso en una dimensión paralela, ese lugar en el que un conductor desesperado enbiste a otro prudente. El hierro dobló como cartón y el estruendo del choque asustó a

Pedazos de carne

Se llevan un libro. Y lo comparo a una divergencia interminable, que fuera una expansión de la alegría. Porque me cuestiono y porque soy yo metido entre otras páginas y títulos. Lo que dije se replica y me abandona: me deja y cobra vida. Me hieren sin decirme en dónde están y en qué manos quedaron esas otras vidas mías que desconozco. ¿A dónde fueron mis otros pedazos? Porque no hay diferencia entre ellos y yo. Y es como ser feliz y no saber. ¿Me leen enojados? ¿Se ríen? ¿O son severos? ¿Saben que al leer, dos personas son una? ¿Que no importa ese invento que llaman tiempo? Sí, son una y es como quebrar una privacidad absoluta y espiar lo más preciado. Las páginas se llevan mi energía y se esconden y se alejan de este pedazo humilde de puerto que es mi lugar. Mi hogar está en las cosas que escribo y leo. Entonces, estoy en muchos lugares.