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Mostrando entradas de febrero, 2014

Despedida - Mara Remo Remo y Cristian Cano

Busco no perder. Mis brazos, como ramas, buscan no olvidarte. El viento que me arranca tu nombre de la memoria. La simiente del encuentro es piedra de una piedra más antigua, ancestral como tu arrastre. Joven como los sueños que se esfumaron aquel atardecer, esas horas mecánicas que me arrancaron la carne. Ese reloj que aun suena, me condena a dejar pasar los días.

El lucero — Laura Rizzi y Cristian Cano

Lejos diviso tu semblante, renaciente entre tanta oscuridad. Emprendo el viaje hacia el lucero que atrapa mis sentidos, haciéndome cómplice del eterno silencio, donde las palabras emiten sus voces... Llamándote. Más nos exijo, más me apabulla el mundo. Tu brazo rama llega hasta mí cadencia ventosa. Este mundo me atrapa. Sos feliz. Yo ando con el cielo entre los dedos.

La otra vida del amor - Cristian Cano y La Guarida De Mis Fábulas

La otra vida del amor sí, las cosas, amor. Nuestras cosas. Las risas cangrejas que pelean y pierden, para retornar y enfrentarse. Los mechones ébano, las insinuaciones tontas y tu recuerdo, ese que degrada las células y adelanta el reloj. Doblegando la realidad, te peno. Con los últimos abrazos te encallo para robarte, y te vuelvo a recuperar, otra vez, con ansias de vivir. La otra vida del amor sí, las cosas, amor. Ínfimas partículas que se escurren entre los dedos y que al caer y romper, desencadenan un terremoto abismal que deja sordos mis oídos, muda mi voz, seca mi lengua, paralizado mi cuerpo, ciegos mis ojos, temblorosa mi alma, vacío mi corazón y destruido mi universo. Nuestro universo de cosas diminutas más perfectas e irreemplazables. La otra vida del amor sí, las cosas, amor...

El recuerdo como evidencia — Cristian Cano y Laura Rizzi

El trazo me arrebata lo sanguinolento. Me roba lo esencial y permite disfrutar de ese vacío repentino que nos deja un disparo. Vaciarse como un escopetazo. La cadencia irremplazable en la lentitud y la seguridad de una idea; después, la órden se disputa en la mano y los dedos. El trazo. La línea es un poco una asesina piadosa: me envuelve entre sus sombras, me acaricia y la pienso seductora. Prisionero, se aleja. Lo veo. Es un vacío dulce. Lo sé mío, pero inexplicable fuera de mí. Pensamiento liberado que desparrama recuerdos. Tinta caprichosa que, en las horas de soledad, me toma y se lleva la sustancia de mis letras.