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Disfuncionalismo doméstico - Cristian Cano y Alejandro Bentivoglio

—Si entro a casa y tengo la más mínima duda, —dijo Selva— ¡lo dejo mormoso a palos!
—¡Nooo! —dijo su amiga— ¿Así lo tratás a tu pibe?
—¡25! El que sigue... —gritaron.
—¿Vos nunca te fumaste un porro?
—No —dijo Selva cuando llegaba su hija.
—¡Mami, mami! Cristian me retó, está haciendo artesanías en el medio del comedor y tiene los ojos colorados.
—Ahora me va escuchar —dijo Selva—. Quedate en la fila
—No seas bestia, son pavadas de chico.
—¿Mi hijo fumón? ¿Vos me estás cargando? ¿Te parece que si la gente del barrio lo sabe vamos a poder vivir tranquilos? Ya bastante tengo con que se alimente del Banco de Sangre. Ni loca, le voy a dar un par de bifes ya mismo.
 
Selva salió del local echa una furia: vio a los vampiros habituales que se amontonaban en la fila, a la empleada que sacaba una jovencita adolescente rebosante de sangre desde dentro de una jaula, para entregarsela al número 25. 

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