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Ajado




Cambio el dial de la radio mientras reviento el tren delantero en diez cuadras. Freno en Avellaneda y Juan Molina porque quiero ajos: la gente te pide ajos cuando no los tenés. Me bajo, desconecto el borne, salto agua estancada, veo un perro que se distrae con el cielo: el can se dio cuenta de la farsa humana.
Entonces entro al negocio, dame ajos, le digo. No hay dice. Volvé al mediodía. Veo una caja con bananas, esa me la llevo, insisto. Tengo plata en el bolsillo, plata que se queda con el de la ventanilla. Un dios que arrasa con todo y empuja la cajita hacia la puerta. El perro nos mira. Afuera es la camioneta y Julio que juntos esperan e imitan el barco ancestral que anclado reaparece por momentos desde el final de los tiempos. Levanto las bananas, las tiro atrás de la camioneta y veo también que me olvidé de tirar la basura . No sé por qué la gente me da su basura para que la tire en otro lado. Subo, meto la llave. Llaves como clavos de ataúd. El capitán observa el horizonte. Lo miro, me doy cuenta. Un locutor asegura que existe un país que merecemos. Recuerdo el borne. Soy un azteca con sed de venganza.

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