Entró a su hogar con mucha hambre porque había estado corriendo durante toda la mañana. Tenía la excusa ideal para darle un buen atracón a los chorizos de picado fino y los bloques de queso pigmentado que su abuela le tría. Cuando ordenó el desayuno sobre la mesa y estuvo a punto de sentarse, una Sigora emergió del queso parisino. La criatura se irguió como lo haría una escolopendra esmeralda hipnotizándolo a medida que ascendía. Y quizás hubiera perdido el apetito si no le hubiera resultado interesante su danza macabra y se dejó hipnotizar. Creyó que podría detenerla cuando quisiera pero no fue así, el insecto hembra le arrancó los ojos y la nariz y copuló con él hasta que murió en sus entrañas, después de dejar las larvas gestándose en el estómago del mortal. Fue el encuentro más cercano con una Sigora del que tuve noticias.
Entró a su hogar con mucha hambre porque había estado corriendo durante toda la mañana. Tenía la excusa ideal para darle un buen atracón a los chorizos de picado fino y los bloques de queso pigmentado que su abuela le tría. Cuando ordenó el desayuno sobre la mesa y estuvo a punto de sentarse, una Sigora emergió del queso parisino. La criatura se irguió como lo haría una escolopendra esmeralda hipnotizándolo a medida que ascendía. Y quizás hubiera perdido el apetito si no le hubiera resultado interesante su danza macabra y se dejó hipnotizar. Creyó que podría detenerla cuando quisiera pero no fue así, el insecto hembra le arrancó los ojos y la nariz y copuló con él hasta que murió en sus entrañas, después de dejar las larvas gestándose en el estómago del mortal. Fue el encuentro más cercano con una Sigora del que tuve noticias.
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