Te despellejo en la esquina: rectángulo empedrado manchado
de piel. Con sangre. Después el viento llena todo de tierra y mordés la arena. Escupís.
¡Dale! Te gritan. Te miran de pies a cabeza y nunca se atreven a exigirte. Un
remolino arrastra el forro de tu cuerpo por la calle y, por allá, se traba. La
piel se atasca en la otra esquina mientras te crece otra.
No vine a escribir grandes textos, ni grandiosas historias, ni siquiera pequeños relatos. Solo vine a despertar la noche para que revele las luces que iluminan las palabras. Después de todo, alcanza con la confianza en las alas y un poco de brisa madura. Alcanza con dejarse a la deriva y esperar a las musas, a los barcos de la mañana, a los trenes que llegan y se van, con todo lo nuestro se van. Vine a develar, vine a decir. A encontrar, a querer hacer. Alcanza con la confianza.
¡Muy bueno!
ResponderEliminar¡Gracias, Nélida!
EliminarQué metáfora!!
ResponderEliminar¡Hola, Ada!
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