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Lectura verdad.


Leyendo la novela El vuelo de la reina, de Tomás Eloy Martines, me di cuenta de lo alejado que puede estar una persona de la capacidad de construir, de querer y de amar, mientras cree que está amando y haciendo lo correcto. Camargo, el dueño del diario y auto convencido dueño del amor de su pareja, deviene en desesperación y fatalidad a pesar de discernir un posible y trágico desenlace (Esto mismo dejando de lado lo obsesivo, increíble). En un momento particular de mi vida, me vi reflejado muy de cerca en la novela, no por parecerme al desdeñable personaje, sino, por comprender que el amor puede llevar a la muerte.

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No vine a escribir grandes textos, ni grandiosas historias, ni siquiera pequeños relatos. Solo vine a despertar la noche para que revele las luces que iluminan las palabras. Después de todo, alcanza con la confianza en las alas y un poco de brisa madura. Alcanza con dejarse a la deriva y esperar a las musas, a los barcos de la mañana, a los trenes que llegan y se van, con todo lo nuestro se van. Vine a develar, vine a decir. A encontrar, a querer hacer. Alcanza con la confianza.

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Grafito al diamante

Escribir es alejarse, es huir, tomar un avión hacia cualquier lado. Vos sabés de eso, te leo y quedo  en otro espacio. Tiene que ver con la tierra, con el aroma y el valor de tus huesos, ceniza de lápiz, una mina con la que te sale tremenda historia. Sabemos cómo es, papel en mano abordamos enojados y empujamos la valija que revienta de libros, estalla de libros. Ansia por dibujar destino, por volver a manchar cuadernos en la primaria. Te gusta pintar y salir de la raya. Así escribís, nos arrastrás bien lejos hacia donde la soledad no da alcance. *L. Velázquez  *C. Cano