Pión enciende el televisor y en la pantalla aparece la cara del presidente. Dice algo sobre el futuro del país y el mañana que la gente merece. Pide que no le aflojen, repite la frase como un mantra. ¡El mañana está cerca! ¡Ahí! ¡Ya casi lo podemos tocar! La filas de funcionarios alientan cada palabra, cada remate. El Congreso de pie; la última oración que define al párrafo.
Entonces Pión se saca un poco la porlan justo cuando su madre empuja la puerta y entra a la casa, medio que arrastra la bolsa del almacén. ¡Hola, hijo! Traje unas cositas para comer. Y apoya los zapallitos sobre la mesa justo cuando la sonrisa del primer ministro es grosera. Cartier bajo el Armani, 200.000 dólares que la cámara esquiva. Pero ella se arrima al mate y lo peina con la mano, así, con los dedos. Dejá, vieja. Es la cal que se come todo. Es que la ve sentarse y pegar un gritito de dolor. Chajar los cañaverales es duro, dice. La zafra te amansa. Pión le sonríe y la abraza. La mira a los ojos y como un loco intenta hacerle entender que con lo que ya hizo es más que suficiente. Cuando Pión duerme la ve avanzar sobre barro, allá, a lo lejos. Hasta que una tormenta la arrasa desde el norte.
Propaganda y noticiero la calan hasta adentro. Hay que ir a votar, dice. Hay que ver a quién votamos. La gente no puede seguir así, tiene que salir adelante. ¡Los chicos! ¿Me escuchás? Así los chicos pueden hacer alguna cosita. Pión la ve observar la pantalla, la ve digerir y disimular la sensación detergente que resulta de entregarle la confianza y el razonamiento a un puñado de extraños. Con el trapo lo señala. ¿Ahora sí? pregunta a la nada. Siempre anda con un trapito en la mano. Y eso le casca los ojos.
Pión insiste en sonreír. Pero la cal le abre el labio.
Después de un beso en la mejilla se encierra en el baño. Con una toalla envuelve el fusil automático y gatilla en vacío hasta que el calambre se vuelve puntazo. Antes de volver a la changa guarda el plato para la noche. Chau, mami. Te quiero mucho. Más tarde nos vemos. Y te traigo alguna cosita.
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