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Ir de pesca

 

 


El mecanismo de trabajo que cada uno implementa es variado. Pescar en medio de la marejada parecería ser un despropósito, una inconveniencia. En principio es complicado, sí. Porque estamos acostumbrados a mirar las olas que sacuden y creemos que esas crestas van a hundir el bote y nos van a poner a nadar a la deriva. Debo decir que es posible, sí. Pero mi método, o mejor dicho mecanismo (¡escribir es el oficio!) es levantar la birome y descarnadamente llenar esos cuatro o cinco renglones. Estos son la red que contiene (no me animo a decir la otra palabra) a la idea que está dispersa en el  cardumen. Es que para hacerte con ella no tenés que declinar, no tenés que dudar. Y solo restará mantener el foco. Y no puedo más que parafrasear a Lai: la literatura es un microscopio o un gran telescopio. 

Vas a tener que buscar espinas y limpiar, sí. Pero ahí va a estar. Este mecanismo artesanal supone que en estos cinco renglones subyace tu comida.

A veces tenemos un poco de suerte (y tampoco creo en ella. ¡Pero nos tenemos que entender!) si las olas no nos distraen. Sabé que en las profundidades está el pique; ahí se genera el movimiento de las corrientes marinas. Te invito a practicar. Pero no solo a practicar cuando el clima es agradable. Pejerreyes y dientudos sacamos siempre. ¡Sostente! ¡Sé firme! El agua no va a entrar. Si tu atención no se corta o se engancha te vas a llevar una sorpresa. 

Mi red es casera, chiquita. Pero buena. La última vez que la tiré me fue bien porque la atención no se cortó, resistió. ¡Y pude liberar al resto de los peces! (a esto sí que me gusta escribirlo) En casa limpié las escamas, ¡y hasta busqué las espinas! No comas eso que es venenoso, me decían. Y acá estoy; con más ganas de preguntar. Estas son las fotos de los filetes que hice:

¿Por qué el positivismo solo se implementa en el consumo? ¿Por qué para lo demás prepondera el miedo?

¡Dale, animate! Y después me contás cómo te fue.

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