Ir al contenido principal

Vivos - Raquél Sequeiro / Cristian Cano



Se puso el traje. Nada de lo que pudiera hacer cambiaría las cosas, era demasiado. El epi estaba, no obstante, en su sitio, caluroso como siempre, benévolo. Y de nuevo los otros cinco minutos parada ahí en la entrada de su casa; las ganas de salir desnuda a la calle. Las ganas de gritar, de romper todo. Pero nada de lo que pudiera hacer cambiaría las cosas. Lo dice en voz alta, lo repite como su mantra. Estira el brazo y abre la puerta, puerta que ya en ruinas no se puede sostener. Cierra los ojos y se ve transportada a un lugar desconocido, lleno de seres de luz que la invitan a pasear por pasadizos que no conoce en absoluto. El miedo es una bola quemándole en el estómago. Si tan sólo pudiera abrir los ojos y ver todo aquello que espera ahí para ella, sabría olvidar ese fuego. En la calle nadie camina; ni vehículos ni nadie en ningún lado. Todo es profundamente nada para los que la miran desde lo alto. No saben que los ejércitos de la luz están a su lado. Para todos, en medio de aquel monstruo de concreto, una mujer que avanza en la inmensidad. Sola, indefensa en contra de los batallones del mundo. Un paso. Otro. Y otro. Sale de su hogar a defender a la gente. No le teme a la oscuridad; la noche se abre a su paso. Pero son muchas dimensiones para una sola guerrera. En la Tierra alguien llora, y alguien acaricia su cabello a modo de consuelo.Ya es tarde para salvar a los muertos. Ella busca la cura en otro sitio. En ese sitio oscuro de sueños y pesadillas del que no puede salir desde que empezaron las alucinaciones.
Cruza los pasillos iluminados, los camina una y otra vez porque en lo hondo sabe que es el lugar correcto, el nivel adecuado. Necesario. Entonces el cuerpo es otra cosa, la observan, cómo es que ella se asombra del cambio. Ya nada está lejos, todo es cercanía. El no tiempo, la no muerte. La carne cambia por eso mágico y desconocido que todos podrían llamar lumínico. Es el cuerpo, sí, piensa. Sigue siendo el cuerpo. Si todos supieran, piensa. Acá no se precisan trajes, acá lo que pienso cambia las cosas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

A cuatro manos - Ana Caliyuri y Cristian Cano

No vine a escribir grandes textos, ni grandiosas historias, ni siquiera pequeños relatos. Solo vine a despertar la noche para que revele las luces que iluminan las palabras. Después de todo, alcanza con la confianza en las alas y un poco de brisa madura. Alcanza con dejarse a la deriva y esperar a las musas, a los barcos de la mañana, a los trenes que llegan y se van, con todo lo nuestro se van. Vine a develar, vine a decir. A encontrar, a querer hacer. Alcanza con la confianza.

Mensaje en la botella

Llegado el momento vas a sentir nuestra fuerza. Te hemos vencido en otras galaxias, la Tierra está destinada a ser otro planeta más de los miles recuperados. Ustedes ya no tienen cabida bajo este Sol. Ahora todo el mundo los puede ver.

Párrafo de La biología negra

Mensaje de texto: Como te decía, esto pasó una tarde de 1975, cerca de la Cordillera de los Andes. En Las lomas, el pueblo en donde estás ahora. Y tu madre era chica. Vos no habías nacido. Esa semana los ingenieros de la mina estuvieron empecinados en detonar la veta madre. No había forma de pararlos. Hoy sospecho que sabían todo. Fue un desastre, después de la tercera carga gran parte del suelo cedió y la mina se fue al diablo. Hubo inundación y derrumbamiento.  A las dos horas me llegó el comentario. Todavía lo recuerdo: La explosión desenterró algo. Así que aquella noche corrí por la ladera del Copahue lo más rápido que pude. Sabía que llevármelo sería peligroso. Pero no me importó. Lo único que quería era llegar a casa. Y el pinar en la noche fue todo lo que necesité. La biología negra   Editorial Llorar solo 2023