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El tiempo es extraño



Desenreda la manguera y la estira hasta el árbol. Las hojas secas que caen desde las ramas se amontonan en el cordón de la vereda. Hay barro en el suelo, barro en sus manos. Tres pasos hacia la entrada y el principio de la vereda que divide el jardín en dos perfectas mitades; aloe vera, cactus y pino. Se agacha y abre la canilla que está tapada con un tarrito. Entonces la manguera se mueve, se estira. Se llena con agua. Al otro lado, allá en su punta, el aire que escapa. Agua y aire: la magia es perfecta. En la tarde ve que el cactus no es tan cactus, al pino le salen flores y el aloe regresa tonto de verde. 

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