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El albedrío falso entre las especies

El comedor fue un charco putrefacto en donde aquél reptiloide revolcaba enamorado de alguna repugnancia que desconozco. Se me acercaba extasiado, porque revelaba esa naturaleza grotesca que siempre se esconde: desde debajo, un globo brilloso salió despedido y cayó más allá. Me ardían las piernas, porque las tenía devoradas, pero igual me arrastré hasta la pared. El reptil me sujetó desde el fémur blanco y tironeó personificando la monstruosidad dominante. Dentellaba en el aire comiendo víctimas imaginarias, hasta que le hundí el hacha en la cabeza. Después, la pupila achicó. Después, se desinfló como un globo. Y no puedo olvidar el burbujeo de la nariz sumergida. 

Comentarios

  1. Es un texto breve, a mi ver, muy fuerte y que se basta a sí mismo para generar un escalofrío. No sabía que devenía de una imagen pero sí la representa vívida.

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