Y la adolescente victoriana dejó ver un trocito de su cuello, el escote que languidecía y suspiraba de amor y congoja y la dejaba embarullada de amor y de celos. Su enamorado estaba en la ventana con la criada. Supuso, viéndolo todo desde el jardín, que esos eran los idilios secretos del marqués, no tan secretos puesto que ella los veía y... El padre interrumpió sus pensamientos. Llegó a caballo, con el perfecto traje de montar de un ilustre mayordomo y la sacó de sus ensoñaciones. El visitante del piso de arriba estaba al salir y ella decidió esperarlo porque el reparo de su padre únicamente confirmó lo que ella tanto deseaba: nunca pensaba en los sinsabores y estaba dispuesta a irse con su fugitivo mental. Mojó su pelo en la fuente. El marqués siempre se imaginó que ella tardaba una eternidad en limpiarla.
Escribir es alejarse, es huir, tomar un avión hacia cualquier lado. Vos sabés de eso, te leo y quedo en otro espacio. Tiene que ver con la tierra, con el aroma y el valor de tus huesos, ceniza de lápiz, una mina con la que te sale tremenda historia. Sabemos cómo es, papel en mano abordamos enojados y empujamos la valija que revienta de libros, estalla de libros. Ansia por dibujar destino, por volver a manchar cuadernos en la primaria. Te gusta pintar y salir de la raya. Así escribís, nos arrastrás bien lejos hacia donde la soledad no da alcance. *L. Velázquez *C. Cano
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