Me dejo arriba de la mesa. Me tiro sobre el mantel creyéndome algo mundano. Y no sé. Deseo ser un manojo de llaves. Algo sin importancia. O cosas que la gente guarda en los cajones. Máquinas frías y horribles. Espero ahí, olvidado al lado del cenicero, como esperaría alguien que rehúsa escribir. Ya no me importa nada, las palabras me retienen y yo las conservo dentro mío. ¿A quién le importaría una cadena de sensaciones acongojadas en la garganta? Ahora soy algo mundano, y finalmente comprendo el mundo ¿Las palabras? El infinito solapado en un cuerpo humano, lo demás es sólo cuestión de supervivencia. Silencio, el mundo, con actitudes habla.
Escribir es alejarse, es huir, tomar un avión hacia cualquier lado. Vos sabés de eso, te leo y quedo en otro espacio. Tiene que ver con la tierra, con el aroma y el valor de tus huesos, ceniza de lápiz, una mina con la que te sale tremenda historia. Sabemos cómo es, papel en mano abordamos enojados y empujamos la valija que revienta de libros, estalla de libros. Ansia por dibujar destino, por volver a manchar cuadernos en la primaria. Te gusta pintar y salir de la raya. Así escribís, nos arrastrás bien lejos hacia donde la soledad no da alcance. *L. Velázquez *C. Cano
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