Él se aproxima a los vidrios empañados, le gusta dibujar sobre ellos con su dedo índice. A veces delinea notas musicales, otras veces juega con palabras que rápidamente borra. Mou, el dueño del Bar, me ha dado estrictas indicaciones de limpiar todos los vidrios. No querría interrumpir al Sr. Evanescente, asi lo he apodado por su afán de evaporar con rapidez lo que delinea sobre los cristales. Ya es tarde, debo limpiar ese vidrio y él inamovible, me mira con cierta picardía. Le sonreí y esa fue mi peor decisión. No quiero tener ningún tipo de inconveniente en el trabajo. No los voy a tener. Me acerco hasta las ventanas y veo un corazón del tamaño de un puño. No avanzo más, prefiero quedarme quieta. Observo y él no está. Prefiero esperar a que el condensado amor diluya el dibujo.
Escribir es alejarse, es huir, tomar un avión hacia cualquier lado. Vos sabés de eso, te leo y quedo en otro espacio. Tiene que ver con la tierra, con el aroma y el valor de tus huesos, ceniza de lápiz, una mina con la que te sale tremenda historia. Sabemos cómo es, papel en mano abordamos enojados y empujamos la valija que revienta de libros, estalla de libros. Ansia por dibujar destino, por volver a manchar cuadernos en la primaria. Te gusta pintar y salir de la raya. Así escribís, nos arrastrás bien lejos hacia donde la soledad no da alcance. *L. Velázquez *C. Cano
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