El deslizador descendió sumido en un silencio filoso. Mediante especulaciones la gente detuvo su andar y quedó atenta. La forma de una lágrima color gris oscuro no reflejaba brillos y, por alguna razón desconocida, los vehículos dejaron de transitar. De repente una figura que constituía asombros y miedos: una mantis religiosa verdosamente apabulló y caminó unos metros hasta las personas. Dos metros de altura y ochenta kilos de peso fueron suficientes para las mentes más culturales. Temiblemente telepática e intuitiva a niveles desconcertantes revolvió deseos y odios. Certificó errores y dedujo posibilidades. Hoy nadie quiere hablar del acontecimiento. Lo que sucedió se diluye día a día en las células de la memoria. Otros, observamos el cuadro inolvidable apartarse y no encastrar en las virtudes que nos dicen necesarias.
Escribir es alejarse, es huir, tomar un avión hacia cualquier lado. Vos sabés de eso, te leo y quedo en otro espacio. Tiene que ver con la tierra, con el aroma y el valor de tus huesos, ceniza de lápiz, una mina con la que te sale tremenda historia. Sabemos cómo es, papel en mano abordamos enojados y empujamos la valija que revienta de libros, estalla de libros. Ansia por dibujar destino, por volver a manchar cuadernos en la primaria. Te gusta pintar y salir de la raya. Así escribís, nos arrastrás bien lejos hacia donde la soledad no da alcance. *L. Velázquez *C. Cano
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