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Miserable

Tenía el revólver en la cintura. Por suerte, la camisa colgaba lo suficiente. Los androides se plantaron al otro lado de la calle. Cuatro manos contra mi único brazo. La ráfaga láser me había herido cuando me topé con ellos en el callejón. Programados para matarme, los dos caminaron hacia mí con la lentitud certera de los mismos asesinos a sueldo con los que seguía manejándose el gobierno. Uno de los androides levanta su arma con la velocidad de un rayo y me dispara en las piernas. Al caer, veo que enfunda dentro de su cintura. Ahora, la luminiscencia de sus ojos es clara. Creen que la misión terminó. Piensan que el miserable ha muerto. Saco el viejo Colt y gatillo apuntando a la cabeza: los resortes y tornillos vuelan por el aire y cae pesadamente levantando polvo. El miserable está de vuelta. El único ojo celeste del androide restante se torna oscuro mientras él retrocede. Ahora es un mano a mano. Disparo dos veces y el androide dice algo que no entiendo. Cae de rodillas y murmura por lo bajo. Me acerco y le apoyo el arma en la nuca. Es la primera vez que siento compasión por un enemigo.

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