Salió desde debajo de la cama. Primero, una mano verde y delgada: Me quedé. Apenas podía respirar. Después: el cuello. Flaco y tembloroso <<Sospechaba. No tendría que haber abierto aquel libro>>. Giró la cabeza en diminutos recorridos, como lo haría un juguete, y me clavó la mirada, despojada de sentimientos. La opaca abertura de su boca comenzó a incrementarse junto a mis temores... Pretendía comerme, asfixiarme o torturarme, de eso estoy seguro. El libro estaba en la mesilla cerrado con llave, tres candados y sujeto por un íncubo portavelas. La danzante llama me alteraba un poco la vista. Pediría amablemente una hoja de reclamaciones: <<No me gusta el color verde, ni su forma de masticarme y luego escupirme>>. Y todo esto porque había rebasado la fecha de caducidad y los personajes se salían por los cantos. Me eché a dormir un poco deshecho y me tapé los pies fríos.
Escribir es alejarse, es huir, tomar un avión hacia cualquier lado. Vos sabés de eso, te leo y quedo en otro espacio. Tiene que ver con la tierra, con el aroma y el valor de tus huesos, ceniza de lápiz, una mina con la que te sale tremenda historia. Sabemos cómo es, papel en mano abordamos enojados y empujamos la valija que revienta de libros, estalla de libros. Ansia por dibujar destino, por volver a manchar cuadernos en la primaria. Te gusta pintar y salir de la raya. Así escribís, nos arrastrás bien lejos hacia donde la soledad no da alcance. *L. Velázquez *C. Cano
Comentarios
Publicar un comentario
¡Gracias por dejarme tu comentario!
Te invito a subscribirte vía mail.
Nos leemos.