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El albedrío falso entre las especies - Cristian Cano y Raquel Sequeiro

El comedor fue un charco putrefacto en donde aquél reptiloide revolcaba enamorado de alguna repugnancia que desconozco. Se me acercaba extasiado, porque revelaba esa naturaleza grotesca que siempre se esconde: desde debajo, un globo brilloso salió despedido y cayó más allá. Me ardían las piernas, porque las tenía devoradas, pero igual me arrastré hasta la pared. El reptil me sujetó desde el fémur blanco y tironeó personificando la monstruosidad dominante. Dentellaba en el aire comiendo víctimas imaginarias, hasta que le hundí el hacha en la cabeza. Después, la pupila achicó. Después, se desinfló como un globo. Y no puedo olvidar el burbujeo de la nariz sumergida. Miré mis piernas: estaban en un rincón ateridas de frío, a medio mordisquear; terminé de amputarme el brazo justo por debajo del codo de un tirón, y todo lo que quedaba, pensé, era casi un amasijo de huesos. Únicamente mi tronco estaba incorrupto y mi cara a salvo; el bicho me había dejado una profunda desgarradura en el pecho, esto era importante. Todos los guardianes de la galaxia luchamos a diario con los reptiles que llegaron del futuro. Vivimos en un mundo raro de cocinas grises, suelos de comedor llenos de babas y sangre... La única opción para salir de este laberinto es tener una de esas marcas. Te transportan en un cajón del tamaño de lo que ha quedado después de enfrentarte a hachazos con el cabrón de turno que te toque. La marca implica que nuestro olor es distinto, porque la sangre empieza a mezclarse con la que mana de sus largas y afiladas uñas. No por ello nos negamos a luchar, es sobre todo porque Amy está encarcelada en el sótano de la última casa real que queda que estamos muertos de miedo. Se suceden los mundos retorcidos, Amy, y quizá no llegues a comprender lo que le hicimos a la Tierra antes de que nacieras. Ahora, en el frío cajón, donde me crecen alas como a la ninfa de una mariposa, al ser los fluidos de mi cuerpo contenidos por la presión de las paredes de la misma, me parece escuchar la suave voz de Amy, y corro, no dejo de correr hasta que me duelen las piernas hacia su imagen, una hermosa alucinación de cabellos rubios. ¿Un ángel? Es indiferente. Los ángeles somos nosotros really, Amy es el Mesías que la humanidad estaba esperando antes del Juicio final, una niña incorrupta que pasea por los jardines de la casa meciendo sus largos cabellos como si fuesen una muñeca. En el centro de operaciones sé que disipará el dolor y me daré cuenta de cuán grande es Amy, tanto que sus brazos y sus piernas salen por puertas y ventanas abiertas, y su corazón es tan grande como una estrella fugaz, y su piel tan luminosa que no puedo mirarla. Explotó la Tierra, pero antes yo perdí mis piernas, las cuales es muy probable, estén volviendo a crecer como les pasa a las mascotas reptiloides de los dueños de la Galaxia Anderfómana 326, que llegaron para inspeccionar la Tierra hace millones de años luz. La Tierra está seca, realmente salvar a Amy es nuestra única salvación. Amy es Dios.

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