Y el viento, que trae el pútrido perfume de lo inacabado, eleva en sus brazos los huesos desperdigados. ¡Oh! Dulce danza de flechas que lleva el viento... Viento de magia oscura que crea gigantes... De lo profundo de la noche, un rugido seco, un grito inexperto y gutural... Lo innombrable ha nacido.
Siempre nos faltan las palabras en noches como esta. Somos vidrio empañado, nada más, para la lluvia. Solo una neblina que lo cubre todo, como sábanas en casas muertas. Nos faltan las palabras y por eso escribimos. Para que la lluvia nos oiga a través de los cristales, bajo las sábanas, en la neblina, para ser más fuertes que la muerte exquisita.
Escribimos miedo, estaca, ajos, llanto. Y también coger, parir y cambiar. Escribimos y somos todas las palabras del diccionario. Somos adanes y evas nombrando el paraíso, reduciendo el infierno a esas ocho letras, igual que la tristeza.
Nombremos todo juntos, alumbremos las cuevas, llamemos viento al viento y al cuco, cuco.
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