Agotado sostiene el hacha en la mano, y la levanta alto porque siente el rencor inmenso que lo desgarra, y desgarra todo eso que él quiere como un chico. La revolea fuerte, revolea el hacha con la cara sacada en loco, y la mete hasta adentro del todo. El vaso del reptiliano explota, estalla porque el hacha está al revés y pega con la parte ancha. Después de mirar la lluvia a través de la ventana, ve que un brazo amputado pescadea furioso, como pescadearía una corvina sacada con un tirón. Revolotea la mano en el suelo sucio. Parece que quiere levantar un vuelo que solo él puede ver.
No vine a escribir grandes textos, ni grandiosas historias, ni siquiera pequeños relatos. Solo vine a despertar la noche para que revele las luces que iluminan las palabras. Después de todo, alcanza con la confianza en las alas y un poco de brisa madura. Alcanza con dejarse a la deriva y esperar a las musas, a los barcos de la mañana, a los trenes que llegan y se van, con todo lo nuestro se van. Vine a develar, vine a decir. A encontrar, a querer hacer. Alcanza con la confianza.
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