El semáforo cambió a rojo haciendo un parpadeo extraño que me llamó la atención. Frené y lo observé: ahí estaba, como una falla exultante interrumpiéndome. Me desconcentraba porque no quería encontrarlas y me daba cuenta de esto cuando el entorno me lo hacía saber: en el auto de al lado había un señor que se acomodaba la corbata, hasta que me vio.
A partir de ese momento supe que no le importó más cómo vestía, quizás porque sus manos se detuvieron y descubría en mí un foco de atención extraordinario. Intenté reparar en él con un gesto y no pude. Sentí un puente inmenso. Se alejó de la ventanilla espantado y vi cómo desde un lugar errático le arrebataban la cordura. Entonces aplastaba el pedal del acelerador para cruzar en rojo porque quería huir y salvarse de ese espanto ingobernado. El semáforo volvió a pestañear inmerso en una dimensión paralela, ese lugar en el que un conductor desesperado enbiste a otro prudente.
El hierro dobló como cartón y el estruendo del choque asustó a la gente. Cuando el silencio se empezó a regar y a volverse obtuso una señora mayor sostuvo su perro y miró algo en el suelo. Me pregunto si estos horrores quedan registrados en las cámaras de tránsito, porque cuando cambia a verde siempre rodeo el accidente y sigo. Continúo y nadie me pregunta nada. A veces no pasa un día entero que descubro otro semáforo.
Muy bueno Xtian! Me gustó mucho! Estela Pérez Lugones
ResponderEliminarMuy buena descripción. Buen texto.
ResponderEliminar¡Muy bueno, me gustó mucho!
ResponderEliminarQue lindo que encuentren algo interesante es estos cachitos mios. Son munditos que quiero mucho.
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