Cuando tiró del cordel, la piel se desprendió íntegra, como si fuese el forro que envuelve los regalos de una navidad apurada. Mariel se despertó asustada: el césped suave y hermoso de su sueño contrastaba artificiosamente con el aullido desgarrado. Apretó las sábanas, pero los latidos de su corazón obtuso gobernaban. Un primer oxígeno hilado la devolvió desde una realidad tardía. Cumplió con el acostumbrado rito: bañarse, cambiarse, desayunar, trabajar, regresar a su casa, sentarse en el sofá, ver la televisión. Abrió los ojos y se encontró nuevamente sumergida en aquella situación: tenía un minuto para tirar del cordel cuatro veces y arrancarse trozos de carne de las extremidades.
«Esto me ha pasado antes, ¿en un sueño? Sí. Pronto despertaré».
Decidió no mover un músculo.
Empero, esta vez era real. Mariel murió degollada.
El asesino estaba decepcionado, nunca una víctima se había mostrado tan serena ante sus macabros juegos.
«Esto me ha pasado antes, ¿en un sueño? Sí. Pronto despertaré».
Decidió no mover un músculo.
Empero, esta vez era real. Mariel murió degollada.
El asesino estaba decepcionado, nunca una víctima se había mostrado tan serena ante sus macabros juegos.
Excelente micro, felicidades a los dos.
ResponderEliminarGracias, Nélida. Es un gusto escribir a cuatro manos.
ResponderEliminarmuy bueno!!
ResponderEliminar:)
Eliminar