Le aseguro que el fantasma de Poe me persigue. Se lo vengo mencionando seguido, pero él lo niega. Me pide tranquilidad y que abandone supuestas lecturas ligeras: me afirma que no tienen ningún beneficio. Me encuentro en su living mientras sirve café y reparo en las ideas Poe y ligeras. Es difícil remediar algo en el momento último. No me va a curar con unas horas más. Me acerco al balcón y miro el firmamento. La astronomía no es lo mío, pero el fantasma se las ingenió para plantarme un telescopio allí. No diré que estoy a punto de dar en el blanco, tampoco que estoy próximo a un Eureka, pero hay algo que me alienta a ser feliz. El edificio de enfrente tiene la clave. La rubia del octavo apunta a mí y yo a ella. Finalmente cruzamos nuestros cuerpos celestes, brindamos con agua; ella es mi eternidad.
No vine a escribir grandes textos, ni grandiosas historias, ni siquiera pequeños relatos. Solo vine a despertar la noche para que revele las luces que iluminan las palabras. Después de todo, alcanza con la confianza en las alas y un poco de brisa madura. Alcanza con dejarse a la deriva y esperar a las musas, a los barcos de la mañana, a los trenes que llegan y se van, con todo lo nuestro se van. Vine a develar, vine a decir. A encontrar, a querer hacer. Alcanza con la confianza.
¡qué bueno, amigos!Esto sí es unirse para hacer buena literatura,cariños Ada Inés Lerner
ResponderEliminarAna, querida. El placer es nuestro.
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